Es conocida, sobre todo en el monacato oriental, la práctica de la oración de Jesús. Es una sencilla jaculatoria tomada básicamente del Evangelio: ¡Oh Jesús, ten compasión de mí, pecador!, que los monjes y las personas espirituales repiten interiormente muchas veces durante sus ocupaciones.

Teófano el Recluso nos dice que lo esencial de esta oración no es la repetición de la jaculatoria. Una cosa es que la oración de Jesús llegue a ser pronunciada habitualmente por los labios, y otra muy distinta que se establezca en el corazón. Hay que tratar de conseguir que se establezca en el corazón y entonces, “ya estéis solos, o acompañados, ocupados, o desocupados, leyendo, o rezando… permaneceréis sin cesar con el Señor”.

Lo importante, pues, es que la oración de Jesús baje de los labios al corazón.

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