La Iglesia es contemplativa por esencia. Si existen monjes que no tienen otra cosa que hacer sobre la tierra, que continúan eligiendo “la mejor parte”, la de María a los pies de Jesús, es que tal es también el destino de la Iglesia.

Ser contemplativo no es un lujo superfluo que Dios se reservaba en el jardín de la humanidad, es la llamada última que dirige a todos los que caminan hacia Él, incluso si todavía les hace falta correr un largo camino antes de tomar conciencia de ello y de responder. Les hace falta ocupar el lugar en el corazón de aquella que por naturaleza recibe a Dios.

La Iglesia contemporánea sobre todo después del Concilio ha tomado una conciencia más aguda de su misión pastoral, de su trabajo apostólico.

¿Esto quiere decir que la Iglesia es definitivamente a los ojos de Dios una organización activa: una empresa encargada de crear gran número de obras, de organizar bien las cosas como si éste fuera su fin último?

El Concilio, precisamente, responde lo contrario. La misión primera de la Iglesia es orar; estar vuelta hacia Dios, estar sedienta de Dios, dejarse transformar por Él. (Lumem Gentium, 6)

Dom André Poisson

Esta web utiliza cookies para mejorar su experiencia de navegación. Puede consultar nuestra Política de Cookies.    Ver Política de cookies
Privacidad