La mañana del día en que yo recibí entonces, según el antiguo rito, la ordenación de Lector de la Iglesia, uno de mis compañeros me puso sobre mi pupitre una hoja en la que estaban escritas las palabras que Dostoievski pone en boca del monje Zósimo:

”Lee la Sagrada Escritura, léesela a la gente, no expongas grandes teorías, grandes palabras acerca de ella. Deja siempre que sea la palabra misma, con pocas aclaraciones, la que penetre en sus corazones y no temas que la gente no pueda entenderla. El corazón creyente lo entiende todo.”

Yo creo que es importante que no expongamos grandes teorías sobre la Sagrada Escritura, sino que siempre la dejemos hablar, a ella misma, tal como está ahí, tal como nos la ha regalado la Iglesia mediante la fuerza del Espíritu Santo.

Es importante que no anunciemos una selección de Jesús tal como se ha reconstruido en fuentes, que han debido o podido existir detrás; es importante que anunciemos al Jesús que en ellas nos sale al encuentro, a Jesús en toda su integridad, al Jesús que vive, al real; al que escuchamos así y por el que nos dejamos interpelar así.

Permanecer a los pies de Jesús para llegar a ser sus testigos. Para eso es siempre necesario escucharlo, una y otra vez, con la mirada puesta en él. Para esto es necesario darle respuestas, hablar con él.

Joseph Ratzinger / Benedicto XVI

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