Corría el hombre en los siglos pasados al silencio del claustro, como corrió Benito de Nursia, para encontrarse a sí mismo («in oculis superni Spectatoris habitavit secum», nos recuerda san Gregorio Magno, biógrafo de san Benito), pero entonces esta fuga estaba motivada por la decadencia de la sociedad, por la depresión moral y cultural de un mundo que no ofrecía al espíritu posibilidades de conciencia, de desarrollo, de diálogo; se necesitaba un refugio para reencontrar seguridad, calma, estudio, oración, trabajo, amistad y confianza.

Hoy no es la carencia, sino la exuberancia de la vida social lo que incita a este mismo refugio. La excitación, el alboroto, la febrilidad, la exterioridad, la multitud amenazan la interioridad del hombre; le falta el silencio con su genuina palabra interior, le falta el orden, la oración, la paz, le falta su propio yo. Para reconquistar el dominio y el gozo espiritual interior necesita restaurarse en el claustro.

Beato Pablo VI

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