El cristiano maduro es una persona positiva, que intenta siempre tender puentes, remediar situaciones difíciles, mirar hacia adelante: … “todo lo cree, todo lo disculpa, todo lo espera”, como dice san Pablo.

El cristiano maduro no conoce la depresión, el desaliento, el mal humor, la tristeza, la desconfianza, ni siquiera la animadversión.

Y esto sólo se consigue a través de las dificultades, la conflictividad, haciendo frente al egoísmo, a las disensiones, envidias, etc. La madurez es la fruta madura de la fe, del amor, de la esperanza, y de hacer en cada momento y en cada situación lo que agrada a Dios.

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