Jesús no inventó la cruz, también él la encontró en su propio camino, como sucede a todo ser humano. La novedad que Jesús inventó fue la de introducir en la cruz un germen de amor. De esta manera la Cruz se convirtió en camino que lleva a la vida, en mensaje de amor, en fuente de calor que transforma al hombre. ¡Esto es la cruz de Cristo!

Pienso en tantas familias en quiebra o ya rotas, en tantas enfermedades no aceptadas, en los bloqueos afectivos no resueltos, en los amargos sentimientos y resentimientos que se incuban dentro de las personas.

¡Cuántas de estas cruces suben y bajan por los ascensores de nuestras viviendas, caminan por nuestras calles, van y vienen en nuestros autobuses, pueblan nuestras ciudades!

Con mucha frecuencia son cruces sin nombre y sin esperanza. A veces son cruces malditas o apenas tolerables. Conducen a la desesperación, o a lo más, a la resignación.

Jesús desde la cruz nos invita a todos y a cada uno en este momento, a poner todas estas cruces y no sólo la nuestra en relación con la suya. Jesús nos invita a sembrar también en ellas como lo hizo él primero la semilla del amor y de la esperanza.

Cardenal Martini

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