Alguno se lamenta quizá de no poder prepararse dignamente para participar en un sacramento semejante.

Ciertamente, aunque uno se empeñase mil años en prepararse, sería indigno igualmente. La comunión de hoy nos sirva de preparación para la de mañana.

Confiesa también con toda sinceridad estar mal preparado e indigno; gime con la cabeza inclinada y confuso, con el corazón compungido, delante de Aquel que estás para recibir, desde el momento que eres tan indispuesto e indigno, aunque por otra parte tengas tanta necesidad de este sacramento de no poder hacer menos.

Lanspergio († 1539)

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