El alimento de un monje no puede venir del mundo. “¿Dónde podemos comprar pan –decía el Maestro– para que coman éstos?” (Jn 6,5).
Las riquezas del mundo y sus alegrías no podrán dar una gota de felicidad a su corazón quemado por el deseo de la eternidad. “Doscientos denarios de pan no son suficientes ni siquiera para que cada uno pueda recibir un pedazo” (id. 7).
En efecto, todo lo que el mundo ofrece a los que viven vanamente, no tiene más que apariencia de dulzura y fuerza; pero este alimento no puede sostener a las almas ávidas de verdad: “El pan de fraude le es dulce al hombre, pero luego la boca se llena de grava” (Prov 20,17).

Luis María Baudin († 1926)

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