Estás parado en el semáforo en rojo tras otro coche. Se enciende el semáforo azul y el conductor que tienes delante no se mueve. Es sólo cuestión de unos segundos, pero comienzas a impacientarte, tocas el claxon con indignación y exclamas: ¡pero qué pelmazo!

Seguro que pensarías diferente si supieses que ese “pelmazo” viene del hospital donde su hijo pequeño se está muriendo de leucemia. Ahora ya no es un pelmazo, sino un pobre hombre hundido por el dolor, digno de toda compasión. ¡Cómo cambia nuestra apreciación de las personas cuando conocemos sus motivaciones!

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