En primer lugar este sacramento purifica de los pecados. Desde el momento que se ofrece por los pecados, es un sacrificio nobilísimo, eficaz para cancelar y expiar todas las culpas.

¿Y qué cosa se podría ofrecer más noble con esta mira, sino a nuestro Juez y al mismo tiempo nuestro Salvador, que en este sacrificio se ofrece al Padre por nuestros pecados?

En el sacrificio de la santa Misa la oblación que es ofrecida no es otra que aquella que el divino Salvador instituyó en la última Cena; que dio a los apóstoles y poco después ofreció en la Cruz por los pecados de todos los hombres.

Tú, por tanto, desde el momento que quieres ser liberado de tus muchos pecados y de las penas a ellos debidas, ofrece por ti esta hostia, es decir, las llagas sanguinolentas del Salvador, su Sangre, sus golpes, su tristeza, sus penas y su muerte. Pídele que por el mérito de esta oblación perdone tus culpas y te perdone la pena por ellas debida. (…)

Lanspergio († 1539)

Esta web utiliza cookies para mejorar su experiencia de navegación. Puede consultar nuestra Política de Cookies.    Ver Política de cookies
Privacidad