Nos figuramos a veces que orar es dirigir a Dios plegarias a través del espacio. No, nuestra oración no es exterior a Dios: la oración es, por esencia, una entrada en la intimidad del Padre, del Hijo por el Espíritu Santo; de ahí la importancia del Espíritu Santo en la oración atestiguada en todo el Nuevo Testamento. Y esta es también nuestra experiencia personal.

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